En el siglo XVII empieza la historia del Shih Tzu. El Dalai Lama, queriendo llenar de regalos al emperador chino, le regaló algunos ejemplares de esta raza. Terminando el siglo XIX, Ts'eu-hi, emperatriz que era la abuela del último emperador, era una gran admiradora del Shih Tzu y por ello tenía más de un centenar y cuidadores especializados.
A principios de los años treinta, empezó a introducirse en casas de notables chinos, dejando su torre de marfil. Y en aquella época recibió algunos nombres: lhassa lion dog, tibetano poodle, etc. Y en 1934 se fundó el Peking Kennel Club.
En 1937, la invasión de China por los japoneses fue la razón de la desaparición del Shih Tzu en China, su país de origen. Pero, por suerte, los europeos ya se habían aficionado a esta raza, que en 1955 empezó a extenderse por Estados Unidos.
Después de su aparición, los Shih-Tzu sustituyeron a los Lhasa Apso como los perros favoritos de nobles y emperadores. Los viajeros que durante aquella época visitaban el país oriental trajeron la moda de estos pequeños y peludos perros a Europa y, posteriormente, a América, donde causaron una fuerte impresión. En la era moderna, la moda de los Shih-Tzu desapareció gradualmente, y tras la revolución comunista la raza de perros se consideró extinta en China, aunque ya había calado hondo en Occidente.
Toda la herencia genética de los Shih-Tzu proviene de siete parejas de perros, uno de ellos pequinés, que gracias al esfuerzo de varios historiadores han podido ser identificados.
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